Esta persona es resiliente… ¿qué cuernos es eso? ¿lo has escuchado alguna vez?
La resiliencia es un término que tomamos prestado de la metalurgia y se refiere a la resistencia que ofrece un metal a ser deformado. ¿Cómo aplica eso a un ser humano y por qué puede ser relevante para nosotros?
Pues aplicado a las personas, es la capacidad que tenemos de recuperarnos de las adversidades, o para decirlo poéticamente, de ser flexibles como los juncos cuando soplan vientos fuertes. Y es que hay personas que tienen una gran capacidad de aguante ante la adversidad; pero no digo ese aguante de mártir, sino que hay personas que se las han visto muy duras y que han sacado la casta, personas que ante situaciones difíciles parecen no perder la serenidad ni andan contando por todos lados su triste historia.
Curiosamente este tipo de personas son las que se recuperan mejor y más pronto después de pasar por un episodio doloroso… sin negar, ni minimizar lo que está ocurriendo. No son como mi vecina, la Llorandita, que se la pasa quejándose o exhibiendo su dolor… o reclamando por “lo que le hicieron” sin asumir ninguna parte en lo que haya pasado.
Todos, incluso la LLorandita, tenemos la posibilidad de desarrollar esa resiliencia y también tenemos la posibilidad de desarrollar elasticidad, término que también nos robamos de la metalurgia, que es la capacidad de volver a la forma original cuando esa fuerza “deformante” desaparece. De verdad que todos podemos lograr mantener nuestro equilibrio y serenidad cuando las circunstancias no son favorables. ¡Tenemos esa capacidad!
Por supuesto que eso no tiene nada que ver con hacernos los fuertes y hacer como si nada pasara, pero que después de estar aguante y aguante, en un momento determinado, algo, por pequeño que sea, nos aprieta el botón… ¡y se abren las puertas del infierno! ¡NO! No digo que haya que hacer como que no duele… conste. Porque cuando duele, duele… y hay que acreditarlo también. Hay que honrar nuestro dolor.
Por eso queremos aprender a desarrollar esa resiliencia y esa elasticidad, para que no neguemos ni minimicemos nuestro dolor, pero sí conservemos la serenidad y la claridad incluso en los momentos más difíciles.
Como lo he dicho antes, fácil no es, pero poco a poco hemos ya empezado con algunas guías y pautas que nos van a ayudar en este proceso.
Aunque el cerebro es mucho más sofisticado que una computadora, pensemos que nuestro cerebro funciona con una especie de software que sería nuestra mente. Por buena que sea la computadora, si el software es malillo, los resultados van a ser bastante malos o de perdida muy limitados.
Dice Mario Alonso Puig que el software mental se fabrica a través de experiencias, las cuales se convierten en los puntos de referencia que deciden la manera en la que el cerebro va a operar en el futuro. O sea que en función al pasado respondemos al presente y condicionamos el futuro… ¿cómo evitarlo?
Pues hay que estar presentes y conscientes para que no nos dejemos “arrebatar” por las circunstancias y no respondamos siempre con la respuesta automática del pasado, con el conque de que “así soy yo y no puedo hacer nada”… ¡no! Si me doy cuenta de que ya no quiero dejarme llevar por las respuestas mecánicas, lo que toca es estar atentos a nuestros patrones.
Tal vez al principio nos demos cuenta cuando ya lo hicimos; y no nos vamos a recriminar… sólo nos percataremos de ello y nos vamos a proponer ser un poco más observadores. Y vamos a imaginar de qué otras formas pudimos haber respondido que no se parezcan a las habituales.
Después nos vamos a cachar justo cuando lo estamos haciendo, y nos pararemos en seco, respiraremos hondo y nos daremos cuenta de qué fue lo que ocurrió que disparó esa respuesta, y si hemos imaginado ya otras posibles formas de responder, acaso ya lo podamos hacer de vez en cuando.
Seguiremos imaginando otros escenarios y otras posibles respuestas, hasta que tengamos un amplio repertorio del cual echar mano… y nos sentiremos más a cargo de nosotros y de nuestra vida.