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¿Escuchamos los mensajes de nuestra alma?


Una mañana, el príncipe despierta y se encuentra con que hay dos puntos rojos y dolorosos en su muslo.

Suponiendo que son las picaduras de insectos, ordena a sus sirvientes quemar sus finas sábanas de seda y sin prestarles más atención continúa con su día habitual.

Sin embargo, más tarde se percata de que las dos ronchas se han convertido en un par de ojos que lo miran furiosos. Y aunque no entiende qué está pasando, simplemente se va a dormir.

Cuando se despierta, los ojos en su muslo están acompañados por un par de orificios nasales que resoplan con fuerza.

Aterrorizado, el príncipe venda su pierna para cubrir aquello que le está generando tanta molestia ignorando los sonidos que ya salen de su muslo.

Más tarde, esa noche, al poner la mano sobre su pierna, casi pierde dos dedos. El síntoma ha desarrollado una boca.

Esto ya le parece el colmo y manda llamar al cirujano de palacio a fin de que extirpe esa cara perturbadora.

Durante varios meses, la vida retorna a la normalidad. Entonces un día, mientras está montando su caballo, un grito aterrador sale de su pierna: el síntoma ha regresado con mucha fuerza y un aparente deseo de venganza. Corren rumores de que el príncipe está poseído por los demonios.

Un monje errante le dice al príncipe que hay un arroyo sagrado protegido por Kwan-Yin, la diosa de la compasión, cuyas milagrosas aguas curan todas las heridas. Entonces él, ansiosamente, viaja hasta ese lugar.

Cuando está a punto de verter el agua bendita sobre el odiado rostro a fin de silenciarlo para siempre, la boca le dice a gritos: «Todo este tiempo que he tratado de hablar contigo ni siquiera me miraste o trataste de entender una sola palabra. ¿Es que no me reconoces?"

El príncipe, mirando con atención, de repente reconoce la imagen distorsionada de su propio rostro y comienza a llorar. Conforme lo hace y las lágrimas caen sobre su muslo, se suavizan los ojos de su pierna, y se funden con los propios ojos de la diosa Kwan-Yin.

Ella le dice "No había espacio para la compasión en tu corazón... Ningún vestigio de auto-conciencia... ¿De qué otra forma hubiera yo podido invocar a tu verdadera naturaleza?"

Y el príncipe y la diosa hablan durante toda la noche sobre el sufrimiento secreto que aquejaba al príncipe y que había perturbado su sueño desde mucho antes de que apareciera la cara.

Dicen que cuando salió el sol, el príncipe ya estaba curado.

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Cada quien tome un momento consigo mismo… ¿qué será aquello que hemos silenciado por mucho tiempo? ¿De qué maneras se ha tratado de manifestar, de hacerse presente o de comunicarse con nosotros? ¿Cómo lo hemos escuchado? ¿Cómo lo hemos silenciado?

Este cuento Zen coreano sobre la compasión, la auto-conciencia y la transformación nos ayuda a reflexionar en nuestra historia... y acaso despierte en nosotros el deseo de ir más allá.

Dice el Dr Wayne Dyer que las mañanas de nuestras vidas nos invitan en una cierta dirección… En general vamos en búsqueda de:

Hombres: Riqueza, poder, aventuras, logros, ser respetados, recibir placer

Mujeres: La familia, búsqueda de cierta independencia, una carrera, ser aceptadas, ser atractivas…

Creemos que así es para siempre y ya nunca cuestionamos nuestros valores y nuestras creencias… Nos olvidamos de lo que es realmente sustancial…

Pero lo que en las mañanas de la vida es cierto, en las tardes puede que ya no aplique o incluso ya puede ser una mentira... y nosotros, asustados del cambio no damos cabida a lo que en las tardes de nuestras vidas es relevante… de lo que nos pide nuestra alma para esta nueva etapa.

¿Qué nos pide el alma en la tarde de nuestras vidas?

Hombres: Búsqueda de algo que los lleve más allá de sí, paz personal, relaciones profundas y comprometidas, sentido y propósito de vida, honestidad y congruencia

Mujeres: Crecimiento personal, autoestima, búsqueda de algo que las lleve más allá de sí mismas, felicidad y capacidad de perdonar y seguir adelante.

¿Qué tendría que ocurrir en nuestras vidas para que les prestemos atención a esos ojos y bocas que tal vez ya se manifiestan en nuestros muslos… para que volteemos a ver los llamados de nuestra alma… para vivir una vida plena, llena de pasión y de entusiasmo?

¿Saben que la palabra entusiasmo, en sus raíces, indica la presencia de Dios o lo divino en nuestras vidas? ¿Se han sentido alguna vez llenos de entusiasmo, de pasión, de vida…? Evoquen ese momento… permítanse recrearlo…

¿Y… Cómo dirían que es su vida en este momento?

¿Han sentido alguna vez que a su vida le falta algo…?

Sé que puede dar miedo o que puede perturbar la simple idea de echarnos un clavado a nosotros mismos… pero una vez que tenemos lo que algunos llaman “un momento cuántico” todo cae en su lugar y cobra sentido.

¿Qué es un momento cuántico? Dice el mismo Dr Dyer que es un momento en que nos cae un mega 20… es algo muy vívido… es sorpresivo… es un momento benevolente (no nos llega de una forma dolorosa, aunque sí clara y contundente)… y es una sensación que perdura, que nos acompaña

Y cuando eso sucede y nosotros nos ponemos “flojitos y colaborando”, cuando nos suavizamos y nos volvemos flexibles y permitimos que la fuente del amor del cual provenimos nos habite… entonces todo empieza a cambiar.

Por ejemplo… tal vez nos podamos preguntar de qué forma los temas en nuestras vidas se reflejan en todo lo que vivimos, sea en nuestras relaciones, en la comida, en el trabajo, en nuestra sexualidad… y cómo la vida nos presenta con oportunidades para transformarlos y trascenderlos.

No esperemos a que nuestro propio rostro deforme nos obligue a prestarle atención. Hagámoslo ahora, con aceptación, compasión y amor hacia nuestro camino de vida.

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