Uno de mis gustos culpables es ver el programa Project Runway. Para quien no sepa de qué hablo, es un reality show en el que cada temporada un grupo de diseñadores de moda compite para ganar una serie de premios, la posibilidad de mostrar su trabajo en la Semana de la Moda de Nueva York y el título de ganador del programa.
Aunque cada año participan tanto hombres como mujeres, me ha llamado muchas veces la atención que los hombres se quejan cuando tienen que vestir a una mujer que no es de talla 0 o no es una jovencita. Siempre aseguran que no saben cómo hacerlo.
En especial recuerdo que en una temporada reciente, puesto ante el reto de confeccionar lencería femenina, uno de los participantes aseguró no tener idea de cómo son los genitales femeninos o ni siquiera estar seguro de a qué altura del cuerpo comenzaban. Aunque nunca quedó en claro si hablaba en serio, era claro que el tema le incomodaba profundamente. ¿Cómo, me pregunté, podía entonces querer vestir a mujeres?
Tim Gunn, el prestigiado mentor de dicho programa y profesor de Parson the New School for Design de Nueva York, ha declarado recientemente que a pesar de que la talla promedio de las mujeres norteamericanas de hoy está entre la 16 y la 18, y representa por lo tanto una gran oportunidad de mercado, muchos diseñadores le dicen que ese tipo de mujer no les interesa. ¿Por qué? “Porque no lucen como yo quiero que luzcan” suele ser la respuesta… Un momento, la ropa se hace para la gente, no la gente para la ropa, ¿cierto?
Pues no. Así debería ser, pero no. En el mundo en que vivimos, la inmensa mayoría de los diseñadores crean ropa que se vea bien en musas adolescentes anoréxicas casi carentes de curvas. Y todas las mujeres que no nos ciñamos a esas características quedamos automáticamente marginadas.
Esto, por supuesto, no es nada nuevo, lo vemos, leemos y escuchamos todo el tiempo, pero el hecho es que debido a cosas como ésa, las mujeres solemos tener muchos problemas de imagen, de autoestima y tendemos a no aceptar nuestros cuerpos, porque no somos altas, flacas, carentes de curvas y porque nos gusta comer algo más que ensaladas…
Y lo peor, y eso también es cierto, es que a los hombres les gustan las mujeres con curvas. Entienden que una mujer normal no es una modelo, que existe una diferencia entre admirar la belleza de una actriz de cine y la de sus amigas. Que, como me dijo alguien el otro día, “cada quien tiene su encanto”.
A las mujeres nos falta tanto para ser libres…
PsicoNutrición México agradece a Pilar Ortega, autora de este texto, que nos permitiera reproducirlo para beneficio de nuestros lectores. La foto fue tomada de internet.