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Las pociones del amor o cómo reacciona nuestro cuerpo cuando nos enamoramos.


Desde el punto de vista de la bioquímica, el amor es algo así como una poción mágica. Una poción muy sofisticada compuesta de neuroquímicos y hormonas que recorren nuestro cuerpo cuando nos enamoramos o cuando pasamos por el dolor del rompimiento o del desamor.

Es por esos neuroquímicos y hormonas que podemos explicar la ansiedad, la pérdida del apetito y la euforia que caracterizan el estado de enamoramiento y son estas sustancias las que nos impelen a buscar una pareja, a tener un vínculo con ese “otro”.

Claro que no somos “esclavos” de las sustancias en nuestro cuerpo, pues nuestros pensamientos son una parte muy importante de nuestras pociones de amor… la interrelación entre la mente y el cuerpo ya es innegable.

Las sustancias químicas que libera nuestro cuerpo complementan las percepciones y creencias que tenemos. Cuando cambiamos la forma en que respondemos al mundo, o los lentes con los que percibimos la realidad, también cambia la composición de nuestra sangre que también regula nuestra biología y nuestros comportamientos.

Fíjate… cuando la mente percibe estar en la experiencia del amor empieza a secretar algunos neuroquímicos, como la dopamina, la oxitocina y la hormona del crecimiento… Y cuando eso mismo se hace con células de cultivo, éstas empiezan a crecer más robustas y saludables. Ahora bien, lo que le pasa a los pequeños organismos, también nos pasa a nosotros. También nos sentimos mucho mejor, más llenos de vitalidad cuando estamos enamorados.

Claro que, de la misma forma que podemos liberar hormonas de amor, si sentimos estar en un mundo amenazante (por la razón que sea) y sentimos miedo, entonces lo que liberamos son hormonas de estrés y agentes inflamatorios, como la citoquina. Cuando esas sustancias se agregan a células que están siendo cultivadas en el laboratorio se ha visto que dejan de crecer e incluso mueren.

La química del estrés conspira contra el crecimiento y reparación de nuestras células pues desvía la energía del cuerpo hacia mecanismos de protección (y no de reparación o mantenimiento). Por eso, el estrés es la causa primaria de muchas enfermedades y el responsable de más del 90% de las visitas a los médicos.

Es importante saber que las hormonas del estrés tienen roles múltiples y que sus acciones se basan en el tipo de estrés que experimenta una persona. Hay dos tipos de estrés: el Eustrés o estrés positivo y el Distrés o estrés negativo.

El Distrés se da cuando percibimos que nuestra supervivencia está siendo amenazada. Ahí es cuando las hormonas como el Cortisol y la Adrenalina nos hacen cambiar de la modalidad “crecimiento” a la modalidad “protección” al buscar salvar nuestras vidas de un grave peligro inminente (una fiera, un desastre natural, un accidente), o bien se vuelven corrosivas cuando sentimos que esa es una amenaza crónica (el tráfico diario o que odiemos nuestro trabajo).

Por el otro lado, el Eustrés que literalmente significa “estrés bueno” se produce cuando llevamos a nuestro cuerpo a reaccionar a través de comportamientos que no son amenazantes como algunas actividades físicas y mentales entre las que está ¡enamorarse!

Y ahora resulta que algunos investigadores han encontrado que el Cortisol se libera de nuestro cuerpo no sólo cuando estamos huyendo de un derrumbe sino cuando estamos profundamente enamorados. Estos estudios se hicieron en la universidad de Pisa y en la de Texas.

La próxima semana veremos cómo el cerebro juega un papel muy importante en el enamoramiento, aunque todo se lo atribuyamos al corazón.

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