Para entender la bioquímica del amor, vamos a pensar en nuestro cerebro como una de esas máquinas que mezclan pintura para darnos un color específico que van liberando cantidades precisas de ciertos colores a fin de darnos el tono exacto que deseamos. Hay miles de variaciones del mismo color dependiendo de las mezclas que se elijan y las cantidades de cada color que se agreguen a la mezcla.
En esta analogía, el cerebro es como una de estas máquinas, sólo que en lugar de mezclar pintura lo que mezcla son los neuroquímicos y las hormonas que se desprenden a lo largo del proceso de enamoramiento y desenamoramiento (en caso dado).
Al inicio de la relación, digamos que el cerebro libera el “rojo pasión” a través de liberar unas gotas de testosterona en la mezcla. Todo va bien, así que el cerebro ordena agregar “rosa loco de amor” con mucha dopamina, lo cual motiva la búsqueda de más placer con nuestro objeto de deseo. Cuando ya estás convencido de que has encontrado a LA persona ideal, tu cerebro ordena una tonalidad “lavanda el amor de mi vida” que incluye los elementos que nos llevan a querer vincularnos como la vasopresina, la oxitocina y la serotonina, lo que hace que cada vez nos sintamos más y más “clavados” (fijados) y obsesionados con quien consideramos nuestro Amor Verdadero. Cuando se desafían las probabilidades de ruptura o de una relación miserable y se cambia a “y vivieron felices para siempre”, el cerebro mezcla un poco de “azul todavía loco por ti” con una buena dosis de oxitocina, la sustancia química de las ganas de dar un abrazo.
Con este ejemplo sencillo te puedes dar una idea de lo que quiero decir. Nuestros cerebros tienen pueden echar mano de una serie de ingredientes, de “tinturas” neuroquímicas que se mezclan en diversas proporciones para producir verdaderas pociones de amor que nos impulsan a buscar pareja, a establecernos con ellas, a tener bebés.
Aunque todavía hay mucho por estudiar sobre estas sustancias, a rasgos generales se ha descubierto que el estrógeno y la testosterona están muy presentes en los procesos de apareamiento (o en las fases iniciales de atracción sexual hacia el otro), la dopamina es la responsable del placer y el deseo, la vasopresina tiene a su cargo la vinculación y la fiereza a la hora de defender el nido. Junto con la vasopresina, la oxitocina enciende los centros de placer y recompensa, y ambas parecen tener un papel muy importante a la hora de consolidar las relaciones de la pareja. Por cierto a la oxitocina se le conoce con los nombres de “droga del amor”, “químico de los abrazos” y “hormona de la confianza”. Aunque ambas sustancias están presentes en todos, parece ser que la vasopresina está más presente en el segmento masculino de las especies y que la oxitocina está más presente en el segmento femenino. La serotonina está muy presente en las fases iniciales del enamoramiento, cuando estamos prácticamente obsesionados por el otro y no lo podemos sacar de nuestros pensamientos.
Es bien interesante que cuando hay niveles muy altos de serotonina en el cerebro, también se presentan episodios depresivos o incluso violentos, sobre todo cuando se combina con dopamina y cortisol, que es la hormona del estrés.
Es muy importante que tengamos claro que si bien es factible producir y consumir estas sustancias de manera artificial, lo mejor es que sea el cerebro quien las produzca, pero que sea nuestra mente, alma y corazón quienes se coloquen en el estado ideal para que estas sustancias fluyan por nuestro cuerpo. Es mejor concentrarnos en nosotros, en cómo percibimos las cosas, en cómo pensamos, en qué tipo de pensamientos y actitudes cultivamos, con total conciencia, porque nuestra bioquímica va a actuar acorde a nuestras percepciones.
La cascada de sustancias que se segregan cuando nos enamoramos de otra persona, también se segregan cuando nos enamoramos de un proyecto o una idea. Puede ser un artista, un emprendedor, un científico, un adolescente… en donde quiera que haya pasión se encontrarán los potentes químicos que nos motivan a perseguir aquello que tanto deseamos.