¿Alguna vez te le has ido a la yugular a alguien que osa confrontar o contradecir alguna creencia que tienes… algo de lo que estás plenamente convencido, y que no aguantas que te digan que no es así?
Las creencias inconscientes que hemos ido acumulando a partir de las diversas experiencias de nuestra vida van conformando la manera en como vemos al mundo y como nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos. Esas creencias se convierten en convicciones, o sea, en cuestiones que no admiten cuestionamiento o discusión alguna; temas mega sensibles para nosotros.
Revisemos si alguna vez nos hemos puesto hechos unas fieras cuando alguien cuestiona algo que hacemos, decimos o creemos, aunque en nuestro fuero interno podemos admitir que la furia viene de que esas supuestas convicciones nuestras no admiten la menor confrontación porque en realidad no tienen sustento, y porque no estamos dispuestos a darnos cuenta de que eso que ha sustentado el edificio de nuestra vida es tan frágil y tan vulnerable que en cualquier momento se derrumbaría… y eso no lo soportaríamos.
Esto se da a muchos niveles y no me voy a meter ahorita con cuestiones políticas o religiosas porque esas dos son áreas muy delicadas en donde es fácil ver que el fanatismo y la rigidez son barreras protectoras de ese gran temor.
Tampoco voy a generalizar. Yo tengo una amiga monja que dice que si sus creencias no dieran para ser cuestionadas, la primera que las cuestionaría sería ella (hablando de flexibilidad y confianza) pero en fin.
Vamos mejor a hablar del tema que nos queda más cercano, más próximo, que somos nosotros mismos. Y vamos a relacionarlo con algo de lo que ya hemos hablado antes y que es “¿cómo nos hablamos ?”
No es lo mismo decir que no soy capaz de hacer algo, a sentirme una perfecta inútil; y tal vez cuando no nos están apretando un botón sensible podemos verlo y admitirlo, pero el problema es que la mayoría de las convicciones que tenemos sobre nosotros no las tenemos conscientes, pero de todos modos nos limitan.
Por ejemplo se ha visto que una persona puede cambiar y elevar su puntaje en un test que mide el coeficiente intelectual después de “desenmascarar” convicciones limitantes que tenga sobre su inteligencia ¿se volvió más inteligente de pronto? ¡No! Sólo dejó de creer que era un idiota.
Si nuestro cerebro está convencido de algo, por todo lo que supuestamente ha aprendido de sí en el pasado, estamos convencidos de que somos de una determinada manera y que no hay forma de cambiar… que así son las cosas y PUNTO.
Vamos a recordar que no siempre lo que nos parece ver es la realidad. Recordemos la época en que incluso mataban a la gente por decir que era la Tierra la que se movía alrededor del sol porque a simple vista parecía que era al revés, o que no se podía navegar muy lejos porque la Tierra se acababa y los barcos caerían en el vacío infinito (hablando de convicciones erróneas y de un gran temor a que la develación de la verdad derrumbe todo lo que nos da sustento y sentido).
Ahora que se está estudiando más eso que llaman “la biología de las creencias”, el reto que tenemos es ser capaces de abrir nuestra mente y de ver, en nosotros mismos, una serie de posibilidades que nos permitirán expandirnos… si es que queremos que las cosas cambien.
Vamos a ser honestos y a confesarnos si acaso esa posibilidad nos da miedo, porque la verdad asumir el cambio puede no ser fácil, pues hay que comprometernos con nosotros y ser perseverantes. Tal vez haya que ir en contra de la corriente y eso signifique tener en contra a mucha gente a nuestro alrededor. Y por eso se siente como un gran esfuerzo.
Tal vez es más cómodo o menos arriesgado ser como mi vecina La Llorandita, que nomás se queja y se lamenta de su triste historia, porque asumirse en su pleno potencial implicaría un compromiso de vida, una práctica y un cambio que acaso no esté dispuesta a hacer. Checa qué pasa contigo.
Pero si a pesar de la posible dificultad, estás dispuesta a cambiar, a salir de una buena vez de esa forma limitada y limitante de pensar y de estar en el mundo, porque ya no quieres seguir viendo muros a tu alrededor, verás aparecer puertas a posibilidades maravillosas que te harán sentir plena. ¿Cómo lograrlo? Con conciencia y observación.
De la misma forma en que los telescopios nos ayudaron a conocer la realidad del cosmos y los microscopios nos ayudaron a develar la de los microorganismos, así la conciencia y la observación atenta serán nuestros sofisticados instrumentos de observación y nuestras grandes aliadas, pues será la forma en que descubramos qué es aquello que no nos deja vivir la vida que desearíamos para hacer algo en aquellas áreas que sí dependen de nosotros… y que la verdad es mucho lo que sí podemos hacer, mucho más de lo que tal vez ahora pensemos.
Al llevar la atención a nuestro interior descubriremos que debajo de nuestros miedos no existe una incapacidad real para enfrentarlos sino la convicción, tristemente aprendida, de que somos incapaces.
Tal vez pienses que no podemos incidir en absolutamente todo lo que nos ocurre, eso es cierto, pero hay muchas áreas en las que sí podemos hacer algo, ¿cómo? con Consciencia y atención; respirando hondo antes de contestar, viendo nuestros patrones de respuesta. Describir para Descubrir, y teniendo la determinación de hacerlo diferente. Con Paciencia y Perseverancia vamos a lograr cambios que, de verdad, nos van a sorprender y van a dejar con el ojo cuadrado a todos a nuestro alrededor.
Poco a poco… pequeños pasos cada vez… ya estamos en camino.