¿Cuántas veces no te pasó cuando eras estudiante? Típico que llegaba la tarde y sabías que tenías que hacer el trabajo de la materia que más odiabas, ya que la entrega era al día siguiente. El problema es que se trataba de un trabajo bastante extenso, el cual te habían dejado hace dos semanas.
–¿Por qué no lo hice antes? –te preguntabas. –seguro estuve muy ocupada con otras materias. La escuela me va a volver loca.
Pero antes de sentarte a hacerlo, decidiste que podías ver un capítulo de tu serie favorita, y luego otro y otro más. Alarmada porque ya estaba anocheciendo, fuiste a buscar todo lo que necesitabas para hacerlo, pero antes de sentarte a trabajar fuiste a la cocina a prepararte un tentempié. Ahí te encontraste con tu hermano y estuvieron platicando una hora mientras cenaban.
Así que, como a las nueve de la noche empezabas a hacer el trabajo, el cual medio terminabas en la madrugada. La verdad no eras floja, porque sí cumplías con tus trabajos, pero siempre estabas agobiada por los pendientes que no terminabas
¿te suena conocido?
Eso que hacías, y que es probable que sigas haciendo, al menos con las tareas que te desagradan, se llama procrastinación. Es saber que tienes que hacer algo y buscar mil excusas para no hacerlo. Es darle largas, dirían las abuelas.
Y es que el problema con la procrastinación es que terminas haciendo las cosas bajo muchísima presión porque tienes el tiempo encima, y al hacerlo rápido, terminas haciéndolo mal, o al menos, no tan bien como hubieras podido hacerlo.
Pero ¿Por qué procrastinas?
La buena noticia, al menos para la mayoría de los casos, es que no es por pereza ni porque seas una persona irresponsable, ya que al final sí cumples con tus tareas. La razón de tu actuar puede obedecer a una, o varias, de estas causas:
1.- Parálisis por análisis
Quizás has decidido emprender una tarea titánica que, al verla en su conjunto, te abruma. Analizas todo lo que tienes que hacer y no sabes ni por dónde empezar. Y entonces te paralizas, dejando para después el comienzo de tu labor.
La solución está en dividirla en pequeñas tareas. Nadie ha llegado al final de una escalera subiendo todos los peldaños de una sola vez. Subes escalón por escalón, y así es como llegas hasta arriba.
Al dividir el gran reto en pequeñas tareas medibles, dejarás de abrumarte, además de que podrás ir midiendo tu progreso.
2.-Tener altas expectativas
Y aquí pueden ser de los demás, que esperan un trabajo brillante de nosotras o de ti misma, que te exiges perfección.
Cuando sientes que no vas a poder superar las expectativas, propias o ajenas, el miedo te invade y entonces prefieres posponer la tarea con tal de darte cuenta de que, en efecto, no has podido cumplir a la perfección.
El problema es que el trabajo perfecto no existe porque la perfección no te dejará terminarlo. Hay una frase que dice “Es mejor hecho que perfecto”. Evita compararte con los demás y da tu mayor esfuerzo, a fin de sentirte satisfecha, tanto por el resultado, como por haber cumplido a tiempo.
3.- Tareas aburridas
Esta razón es bastante común. Tienes enfrente una tarea que te parece de lo más aburrida, y sólo de pensar que tienes que hacerla, ya te cansaste. Y es que el cansancio mental se da cuando haces actividades monótonas a las cuales no le encuentras motivación.
Y sí, todos en algún momento de nuestras vidas nos hemos topado con estas tareas aburridas pero indispensables que tenemos que hacer, nos gusten o no.
¿La solución? Transfórmala en un reto. Quizás digas ”a que puedo terminar antes de media hora” o “a que puedo terminar sin cometer ni un error”, no sé. Usa tu creatividad y transfórmala en algo que despierte tu interés.
4.- Obligaciones contínuas
Si sientes que todo en tu vida es una serie de obligaciones, ya sean laborales (y aquí entran también las escolares) o de tu casa, es lógico que te sientas “quemada” y no tengas ganas de cumplir con más carga de trabajo.
Si tu vida se encuentra así en estos momentos, quizás se deba a una falta de equilibrio en tu vida. Ya platicamos sobre la importancia de equilibrar nuestra vida (mira esta entrada) entre obligaciones y ratos de ocio. Debes saber que, aunque la carga de trabajo sea muy grande, te has permitido incluir en tu agenda, unos momentos de actividades que te levantan el ánimo.
¿Y cómo puedo evitar procrastinar?
Primero, identificando cuál de las causas es la que te motiva a dejar tus tareas para después y seguir el pequeño consejo que te di para cada una.
Además, evita las distracciones. Se dice que el promedio de atención máxima es de 23 minutos. A partir de ahí, tu atención irá disminuyendo. Entonces, puedes trabajar por bloques. 25 minutos de trabajo por 5 de descanso, o quizás prefieras 45 – 15, para tener un mayor tiempo de calma.
Pero lo importante es que, durante el tiempo de trabajo no te distraigas y te enfoques en la tarea que tienes delante. Silencia el celular, las notificaciones de las redes sociales, saca a tu perro al jardín. Todo eso, mirar Facebook, los mensajes del celular, jugar con tu perro, podrás hacerlo en tu tiempo de descanso. Es por esto que yo te recomiendo más el formato 45-15, pero elige el formato que más te acomode.
Otro apoyo, es la regla de los 10 minutos. Ya sea porque sufras parálisis por análisis o te enfrentes a tareas aburridas, usa este método, el cual consiste en decir ”voy a hacer esta tarea sólo por diez minutos”. Y empiezas a realizarla. Cuando acabe el tiempo, ya habrás avanzado, y te darás cuenta de que vas a perder más tiempo si la dejas inconclusa para terminarla después, que dedicarle otros diez minutos.
Te vas a dar cuenta de que, en la mayoría de los casos, lo difícil es empezar. Una vez que has empezado, ya te vas como hilo de media, como también decían las abuelas.
¿Cuál es tu excusa para procrastinar?
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